PALABRAS DEL COMPAÑERO JAVIER ZÚÑIGA GARCÍA, SECRETARIO DE TRABAJO DEL COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL DEL SINDICATO NACIONAL DE MINEROS, CON LA REPRESENTACIÓN DEL COMPAÑERO NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA, SECRETARIO GENERAL, EN EL ACTO DE RECORDACIÓN LUCTUOSA Y HOMENAJE A LOS HÉROES Y MÁRTIRES DE LA HUELGA DE CANANEA DE 1906, EFECTUADO EL 1º DE JUNIO DE 2009 EN LA CIUDAD DE CANANEA, SONORA.
Hoy, primero de junio, compañeros, es un día de tragedia pero también de gloria para nosotros. Hoy se cumplen 103 años de la gesta heroica de los mineros de Cananea, cuando nuestros ancestros trabajadores de aquí se lanzaron a la huelga y fueron masacrados por la dictadura de Porfirio Díaz, por el solo hecho de exigir mínimas pero dignas condiciones de trabajo y salario. Aquel de entonces fue un brutal y vil atentado a las vidas y a la condición de trabajadores libres de aquellos compañeros de Cananea, que pugnaban por ser tratados como seres humanos, ya no como esclavos u hombres de segunda clase. Fue una demostración clara de la complicidad entre un gobierno enemigo del pueblo y una empresa voraz que no se tentó el corazón para asesinar a trabajadores. Fue, asimismo, la muestra más despreciable del sometimiento servil del gobierno del dictador Díaz a los empresarios extranjeros que explotaban sin ninguna misericordia a los mineros mexicanos. Pero también fue una muestra esplendorosa de la resistencia y la dignidad minera.
Hoy se repiten algunas circunstancias de aquél ayer. Pero los trabajadores de hoy tenemos a un Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos, que encabeza un gran líder como el compañero Napoleón Gómez Urrutia, quien ha dado pruebas totales de valor, integridad y lealtad a la causa de los mineros, quien con su acción ha impedido que fuera descabezado nuestro Sindicato y aplastada la dignidad minera mexicana.
Aquellos eran otros tiempos. Según los datos históricos, fueron más de cinco mil trabajadores mexicanos los que se levantaron en huelga el primero de junio de 1906. Después de dos estremecedores días de huelga fueron asesinados 23 trabajadores y 22 fueron heridos, así como 50 detenidos, a la vez que se implantaba una situación de terror y represión a sangre y fuego, que provocó que cientos de los perseguidos emigraran a otras partes.
Pero ¿qué es lo que planteaban los mineros de Cananea en un memorandum dirigido al dueño de la mina, que éste rechazó indignado, y que provocó tal monstruosa represión?
“1. Queda el pueblo obrero declarado en huelga.
“2. El pueblo obrero se obliga a trabajar sobre las condiciones siguientes:
“I. La destitución del empleo del mayordomo Luis (Nivel 19).
“II. El mínimo sueldo del obrero será cinco pesos, con ocho horas de trabajo.
“III. En todos los trabajos de la Cananea Consolidated Copper Company, se ocuparán el 75% de mexicanos y el 25% de extranjeros, teniendo los primeros las mismas aptitudes que los segundos.
“IV. Poner hombres al cuidado de las jaulas, que tengan nobles sentimientos para evitar toda clase de irritación.
“V. Todo mexicano, en los trabajos de esta negociación, tendrá derecho a ascenso, según se lo permitan sus aptitudes”.
A esas mínimas demandas la empresa respondió que eran peticiones “absurdas”. Pero además, expresó la amenaza de suspender la explotación de la mina y dejar arbitrariamente sin trabajo a los obreros y empleados de la empresa. Igual que hoy amenaza Germán Larrea, el dueño de Grupo México, cuando dice que se irá con su capital a otra parte y cuando le ordenó a la obediente y corrupta Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que decretara la terminación de las relaciones de trabajo aquí en Cananea, que por nuestra unidad y acciones legales hemos impedido.
Esa empresa extranjera, cuyo dueño era el coronel y aventurero norteamericano William C. Greene, contrataba a trabajadores norteamericanos y les daba los puestos de trabajo mejor remunerados, en tanto que a los mexicanos insultantemente los relegaba a simples peones mal pagados. Otros elementos de la situación eran los bajos salarios y los malos tratos que los trabajadores mexicanos recibían del personal norteamericano y de algunos capataces, así como la negativa rotunda del dueño de la mina a aprobar el aumento de salarios y la reducción de las horas de trabajo. Pero también su negativa a ceder su facultad de designar a los capataces o mayordomos de entre aquellos individuos que le merecieran confianza, lo mismo que mantener las preferencias existentes a favor de trabajadores extranjeros. Todas estas fueron la causa de que los obreros se lanzaran a la huelga aquel 1º de junio.
Los dos principales dirigentes del movimiento de huelga fueron los trabajadores Manuel M. Diéguez, Esteban Baca Calderón y Juan José Ríos, pero junto con ellos estuvo el tamaulipeco Lázaro Gutiérrez de Lara, quien sin ser minero, sino adherente del Partido Liberal de Ricardo Flores Magón, había llegado a Cananea para exaltar el espíritu cívico de los trabajadores, exhortándolos a luchar hasta morir.
El dueño de la mina, William C. Green, incluso llegó a presumir los altos sueldos que aquí se pagaban a los obreros, que según dijo, eran muy altos, alegando que siempre se había negado a reducirlos porque, afirmó hipócritamente, “ustedes muy bien saben que siempre he tenido, como tengo, mucho orgullo y satisfacción personal por el bienestar y prosperidad de Cananea”, y pretendió además que los obreros le reconocieran su generosidad para con ellos. Cuando en rigor sucedía que los mineros de Estados Unidos, como hoy mismo ocurre, tienen sueldos muy superiores a los mexicanos. Aquellas son palabras que se repiten el día de hoy, en boca de los empresarios dueños actuales de las instalaciones de la mina de Cananea. Los mineros de 1906 no se dejaron engañar por tales mezquindades y se fueron a la huelga. Los mineros de hoy nunca nos dejaremos engañar por los ofrecimientos viles y mezquinos del Grupo México y nos mantenemos en huelga.
Otra diferencia con aquél tiempo, compañeros, es que ya no hay entre nosotros trabajadores norteamericanos que nos discriminen aquí en Cananea, en obediencia al dueño norteamericano de la empresa, pero Grupo México ha pretendido crear sindicatos blancos, tanto en Cananea como en otras partes, para destruir los contratos colectivos de trabajo y para imponernos el collar de una nueva esclavitud laboral. Los trabajadores mineros, metalúrgicos y siderúrgicos de México tenemos en los iguales a nosotros de Estados Unidos y Canadá, los Steelworkers, y en la Federación Internacional de Trabajadores de las Industrias Metalúrgicas, FITIM, así como en numerosas organizaciones sindicales de muchas otras partes del mundo, que representan en conjunto a más de 200 millones de trabajadores, a leales aliados que se solidarizan con nosotros y nos apoyan política, moral y económicamente. En 1906 no pudo haber, lamentablemente, una solidaridad internacional como la de hoy.
Pero no sólo eso, sino que los metalúrgicos de Estados Unidos son nuestros aliados por su asistencia en materia de seguridad industrial y protección de nuestra salud y la de nuestras familias, como quedó demostrado con el Grupo Trinacional de expertos en salud laboral convocados por la FITIM, que realizó una investigación aquí en Cananea en octubre de 2007, y llegó a conclusiones que apoyan nuestra gran demanda de esta huelga, que es la de establecer condiciones de seguridad industrial que protejan nuestras vidas y salud.
Pero no nos creamos, compañeros, que la situación de entonces ya fue superada. Es cierto que el país cambió con la Revolución Mexicana, que este movimiento popular impuso una nueva Constitución y una Ley Federal del Trabajo cuyo objetivo es tutelar los intereses de los trabajadores y que, por ello, los obreros tenemos una forma de defensa legal ante los patrones en la propia ley, que los compañeros de aquel entonces no tuvieron. En aquel entonces, por el contrario, el Código Penal de 1872 prohibía, considerándolo un delito que ameritaba prisión, toda huelga o hacer cualquier movimiento para elevar los salarios.
También es cierto que nuestra actual huelga en Cananea ya no es contra un patrón extranjero, la Cananea Consolidated Copper Company, propiedad del mencionado coronel y aventurero norteamericano William C. Greene, sino que es de un nacido en México, pero igual de abusivo, aventurero y rapaz, o más, que el de hace un siglo. Un perfumado dueño de caballos pura sangre, Germán Larrea Mota Velasco, es la nueva versión del rudo y cruel coronel Green, pero el de hoy iguala o supera en maldad y en perversidad al de ayer, pues si no fuera así ya se hubiera resuelto con justicia para nosotros los trabajadores, nuestra actual huelga que ya cumple 22 meses de duración, lo mismo que las huelgas de la Sección 201 de Sombrerete, Zacatecas, y de la Sección 17 de Taxco, Guerrero, sumiendo en la incertidumbre económica a los mineros y a sus familias, y postrando la economía de estas ciudades.
El coronel Green no tenía como servil sirviente a un secretario del Trabajo a su servicio, llamado Javier Lozano Alarcón, o a un abogado suyo como secretario de Gobernación, pero tuvo a un gobernador sonorense igualmente cobarde e imbécil como Rafael Izábal, quien toleró y apoyó la entrada de 275 soldados norteamericanos de Arizona bajo el mando del coronel Thomas Rinning, que en dos o tres días aplastó a sangre y fuego la huelga de
Hoy, primero de junio, compañeros, es un día de tragedia pero también de gloria para nosotros. Hoy se cumplen 103 años de la gesta heroica de los mineros de Cananea, cuando nuestros ancestros trabajadores de aquí se lanzaron a la huelga y fueron masacrados por la dictadura de Porfirio Díaz, por el solo hecho de exigir mínimas pero dignas condiciones de trabajo y salario. Aquel de entonces fue un brutal y vil atentado a las vidas y a la condición de trabajadores libres de aquellos compañeros de Cananea, que pugnaban por ser tratados como seres humanos, ya no como esclavos u hombres de segunda clase. Fue una demostración clara de la complicidad entre un gobierno enemigo del pueblo y una empresa voraz que no se tentó el corazón para asesinar a trabajadores. Fue, asimismo, la muestra más despreciable del sometimiento servil del gobierno del dictador Díaz a los empresarios extranjeros que explotaban sin ninguna misericordia a los mineros mexicanos. Pero también fue una muestra esplendorosa de la resistencia y la dignidad minera.
Hoy se repiten algunas circunstancias de aquél ayer. Pero los trabajadores de hoy tenemos a un Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos, que encabeza un gran líder como el compañero Napoleón Gómez Urrutia, quien ha dado pruebas totales de valor, integridad y lealtad a la causa de los mineros, quien con su acción ha impedido que fuera descabezado nuestro Sindicato y aplastada la dignidad minera mexicana.
Aquellos eran otros tiempos. Según los datos históricos, fueron más de cinco mil trabajadores mexicanos los que se levantaron en huelga el primero de junio de 1906. Después de dos estremecedores días de huelga fueron asesinados 23 trabajadores y 22 fueron heridos, así como 50 detenidos, a la vez que se implantaba una situación de terror y represión a sangre y fuego, que provocó que cientos de los perseguidos emigraran a otras partes.
Pero ¿qué es lo que planteaban los mineros de Cananea en un memorandum dirigido al dueño de la mina, que éste rechazó indignado, y que provocó tal monstruosa represión?
“1. Queda el pueblo obrero declarado en huelga.
“2. El pueblo obrero se obliga a trabajar sobre las condiciones siguientes:
“I. La destitución del empleo del mayordomo Luis (Nivel 19).
“II. El mínimo sueldo del obrero será cinco pesos, con ocho horas de trabajo.
“III. En todos los trabajos de la Cananea Consolidated Copper Company, se ocuparán el 75% de mexicanos y el 25% de extranjeros, teniendo los primeros las mismas aptitudes que los segundos.
“IV. Poner hombres al cuidado de las jaulas, que tengan nobles sentimientos para evitar toda clase de irritación.
“V. Todo mexicano, en los trabajos de esta negociación, tendrá derecho a ascenso, según se lo permitan sus aptitudes”.
A esas mínimas demandas la empresa respondió que eran peticiones “absurdas”. Pero además, expresó la amenaza de suspender la explotación de la mina y dejar arbitrariamente sin trabajo a los obreros y empleados de la empresa. Igual que hoy amenaza Germán Larrea, el dueño de Grupo México, cuando dice que se irá con su capital a otra parte y cuando le ordenó a la obediente y corrupta Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que decretara la terminación de las relaciones de trabajo aquí en Cananea, que por nuestra unidad y acciones legales hemos impedido.
Esa empresa extranjera, cuyo dueño era el coronel y aventurero norteamericano William C. Greene, contrataba a trabajadores norteamericanos y les daba los puestos de trabajo mejor remunerados, en tanto que a los mexicanos insultantemente los relegaba a simples peones mal pagados. Otros elementos de la situación eran los bajos salarios y los malos tratos que los trabajadores mexicanos recibían del personal norteamericano y de algunos capataces, así como la negativa rotunda del dueño de la mina a aprobar el aumento de salarios y la reducción de las horas de trabajo. Pero también su negativa a ceder su facultad de designar a los capataces o mayordomos de entre aquellos individuos que le merecieran confianza, lo mismo que mantener las preferencias existentes a favor de trabajadores extranjeros. Todas estas fueron la causa de que los obreros se lanzaran a la huelga aquel 1º de junio.
Los dos principales dirigentes del movimiento de huelga fueron los trabajadores Manuel M. Diéguez, Esteban Baca Calderón y Juan José Ríos, pero junto con ellos estuvo el tamaulipeco Lázaro Gutiérrez de Lara, quien sin ser minero, sino adherente del Partido Liberal de Ricardo Flores Magón, había llegado a Cananea para exaltar el espíritu cívico de los trabajadores, exhortándolos a luchar hasta morir.
El dueño de la mina, William C. Green, incluso llegó a presumir los altos sueldos que aquí se pagaban a los obreros, que según dijo, eran muy altos, alegando que siempre se había negado a reducirlos porque, afirmó hipócritamente, “ustedes muy bien saben que siempre he tenido, como tengo, mucho orgullo y satisfacción personal por el bienestar y prosperidad de Cananea”, y pretendió además que los obreros le reconocieran su generosidad para con ellos. Cuando en rigor sucedía que los mineros de Estados Unidos, como hoy mismo ocurre, tienen sueldos muy superiores a los mexicanos. Aquellas son palabras que se repiten el día de hoy, en boca de los empresarios dueños actuales de las instalaciones de la mina de Cananea. Los mineros de 1906 no se dejaron engañar por tales mezquindades y se fueron a la huelga. Los mineros de hoy nunca nos dejaremos engañar por los ofrecimientos viles y mezquinos del Grupo México y nos mantenemos en huelga.
Otra diferencia con aquél tiempo, compañeros, es que ya no hay entre nosotros trabajadores norteamericanos que nos discriminen aquí en Cananea, en obediencia al dueño norteamericano de la empresa, pero Grupo México ha pretendido crear sindicatos blancos, tanto en Cananea como en otras partes, para destruir los contratos colectivos de trabajo y para imponernos el collar de una nueva esclavitud laboral. Los trabajadores mineros, metalúrgicos y siderúrgicos de México tenemos en los iguales a nosotros de Estados Unidos y Canadá, los Steelworkers, y en la Federación Internacional de Trabajadores de las Industrias Metalúrgicas, FITIM, así como en numerosas organizaciones sindicales de muchas otras partes del mundo, que representan en conjunto a más de 200 millones de trabajadores, a leales aliados que se solidarizan con nosotros y nos apoyan política, moral y económicamente. En 1906 no pudo haber, lamentablemente, una solidaridad internacional como la de hoy.
Pero no sólo eso, sino que los metalúrgicos de Estados Unidos son nuestros aliados por su asistencia en materia de seguridad industrial y protección de nuestra salud y la de nuestras familias, como quedó demostrado con el Grupo Trinacional de expertos en salud laboral convocados por la FITIM, que realizó una investigación aquí en Cananea en octubre de 2007, y llegó a conclusiones que apoyan nuestra gran demanda de esta huelga, que es la de establecer condiciones de seguridad industrial que protejan nuestras vidas y salud.
Pero no nos creamos, compañeros, que la situación de entonces ya fue superada. Es cierto que el país cambió con la Revolución Mexicana, que este movimiento popular impuso una nueva Constitución y una Ley Federal del Trabajo cuyo objetivo es tutelar los intereses de los trabajadores y que, por ello, los obreros tenemos una forma de defensa legal ante los patrones en la propia ley, que los compañeros de aquel entonces no tuvieron. En aquel entonces, por el contrario, el Código Penal de 1872 prohibía, considerándolo un delito que ameritaba prisión, toda huelga o hacer cualquier movimiento para elevar los salarios.
También es cierto que nuestra actual huelga en Cananea ya no es contra un patrón extranjero, la Cananea Consolidated Copper Company, propiedad del mencionado coronel y aventurero norteamericano William C. Greene, sino que es de un nacido en México, pero igual de abusivo, aventurero y rapaz, o más, que el de hace un siglo. Un perfumado dueño de caballos pura sangre, Germán Larrea Mota Velasco, es la nueva versión del rudo y cruel coronel Green, pero el de hoy iguala o supera en maldad y en perversidad al de ayer, pues si no fuera así ya se hubiera resuelto con justicia para nosotros los trabajadores, nuestra actual huelga que ya cumple 22 meses de duración, lo mismo que las huelgas de la Sección 201 de Sombrerete, Zacatecas, y de la Sección 17 de Taxco, Guerrero, sumiendo en la incertidumbre económica a los mineros y a sus familias, y postrando la economía de estas ciudades.
El coronel Green no tenía como servil sirviente a un secretario del Trabajo a su servicio, llamado Javier Lozano Alarcón, o a un abogado suyo como secretario de Gobernación, pero tuvo a un gobernador sonorense igualmente cobarde e imbécil como Rafael Izábal, quien toleró y apoyó la entrada de 275 soldados norteamericanos de Arizona bajo el mando del coronel Thomas Rinning, que en dos o tres días aplastó a sangre y fuego la huelga de
Cananea. Junto con militares de la dictadura el soldadote gringo apresó a Manuel M. Diéguez y a Esteban Baca Calderón y los remitió a la pavorosa cárcel del Porfiriato de San Juan de Ulúa en el puerto de Veracruz, donde sufrieron con toda dignidad varios años de encierro y vejaciones hasta que la Revolución de 1910 los liberó. Incluso Manuel M. Diéguez se sumó entonces a las fuerzas revolucionarias del sonorense Álvaro Obregón, donde llegó a ascender a general por sus méritos en combate. Y Esteban Baca Calderón se convirtió posteriormente en un gran impulsor del sindicalismo mexicano. Ellos no se acobardaron ante la prisión ni se vendieron al enemigo de clase.
Como vemos, compañeros, algún argumento patronal de entonces es muy parecido a los de hoy de Grupo México de Germán Larrea. Por ejemplo, el de que los mineros de Cananea ganan mucho dinero y la empresa no está en condiciones de aumentar tales ingresos.
Lo que entonces ni siquiera pudieron tener en cuenta los mineros de Cananea, fueron las condiciones de extrema inseguridad en que siempre han estado las instalaciones de la mina, pero a cambio sufrían a capataces crueles y arrogantes contra los mexicanos. La meta de los huelguistas de entonces era más humilde pero igual de importante para ese momento, que fue exigir la jornada diaria de ocho horas, que después se elevó a mandato legal en la Constitución y en la Ley Federal del Trabajo, así como un salario diario de cinco pesos. Los mineros en huelga portaron en 1906 como símbolos la bandera de México y un estandarte con un billete de cinco pesos, la cantidad demandada como salario mínimo.
El movimiento de huelga de Cananea de 1906 fue salvajemente reprimido, pero dejó como herencia para el futuro, una Revolución y una Constitución. Con su valor y resistencia aquellos mineros de Cananea crearon una nueva nación, que ahora se está viendo traicionada desde el gobierno servil a los empresarios voraces, contra cuyos abusos estamos luchando, bajo el liderazgo del compañero Napoleón Gómez Urrutia, como secretario General de nuestro Gran Sindicato Nacional de Mineros, que el próximo 11 de julio cumplirá 75 años de existencia y lucha por los intereses de los trabajadores mineros.
Nuestra huelga actual no será derrotada porque nosotros los trabajadores y el Sindicato Nacional de Mineros tenemos memoria y aprendimos aquella experiencia de hace 103 años, y porque hemos madurado para acogernos a una Ley Laboral que entonces ni siquiera existía. Pues ustedes saben que a pesar de todas las trampas legales que los abogados patronales y el gobierno federal aplican hoy, esa Ley impide que Germán Larrea entre a saco contra nosotros y nos esclavice. A diferencia de entonces, y esta es una enseñanza que nos legaron aquellos luchadores obreros sindicalistas, hoy no permitiremos que se nos aplaste, pero si llega a ser necesario enfrentaremos cualquier violencia con la valentía y el honor de trabajadores dignos, conducta de que hicieron gala los compañeros que hace 103 años se lanzaron a la huelga sin escatimar enjundia y dignidad.
La lucha contra la represión de hace un siglo, en la que tomaron parte más de cinco mil trabajadores, que se defendieron con piedras y palos, y en que fueron asesinados esos 23 trabajadores desarmados, y 22 más fueron heridos por fuerzas armadas y mercenarias enviadas por el gobernador de Sonora, Rafael Izábal, bajo el mando de un gorila castrense llamado Luis E. Torres, y por rangers norteamericanos de Arizona comandados por ese tal coronel Thomas Rinning, con la aprobación cómplice del gobierno de Porfirio Díaz, en clara traición a la soberanía patria, ha sido considerada por todos los hombres de bien del mundo y por los historiadores mexicanos y extranjeros, como una de las justas explosiones sociales que antecedieron y fueron una de las causas de la gran Revolución Social de 1910.
La historia de aquellos días nos dice que después de la huelga de Cananea, se produjo, apenas un año después, la huelga de los obreros textiles de Río Blanco, Veracruz, donde los trabajadores fueron también sádicamente reprimidos y asesinados. Pero junto con estas explosiones, hubo muchas más que marcaron el signo de la dictadura criminal de Porfirio Díaz, como en 1891 la de Tomochic, Chihuahua, en la Sierra Tarahumara. Todas esas acciones represoras, y muchas más que entonces ocurrieron, han sido repetidamente condenadas por la historia, como igualmente lo serán las represiones y agresiones del gobierno actual contra los mineros y contra nuestro Sindicato.
A pesar de que fue bestialmente reprimida la heroica huelga de Cananea, ella fue una epopeya, un acontecimiento glorioso de la entonces naciente clase obrera mexicana. Bien dijo el gran periodista libertario Ricardo Flores Magón: “¿Qué espantoso crimen habían cometido los mineros para ser cazados como bestias salvajes? Un crimen realmente muy grande, un monstruoso crimen: el de reclamar su derecho con las manos vacías. Ese es el crimen de los pueblos sometidos y esclavos. Ese es el crimen que expía el pueblo mexicano desde hace más de treinta años”.
Hoy, compañeros, de ninguna manera estamos en esta lucha con las manos vacías, como describió dolorosamente Flores Magón a nuestros ancestros mineros. Tenemos un Gran Sindicato que está con nosotros, un gran Líder Nacional como el compañero Napoleón Gómez Urrutia, que encabeza nuestra lucha, y una Ley del Trabajo que estamos haciendo valer a cada paso del conflicto que nos envuelve.
Con su rebelión contra la injusticia social en Cananea, los trabajadores mexicanos empezaron a despertar de un largo olvido y postración social. Los obreros de hoy, compañeros, hemos aprendido la gran lección de valor y entereza de los mineros huelguistas de 1906. No nos doblegarán ni nos vencerán. Estamos en el lado correcto de la historia, como lo estuvieron los compañeros mineros de 1906, pero ahora junto con el compañero Napoleón Gómez Urrutia, el Sindicato Nacional de Mineros y ese siglo de experiencia colectiva que nos llevarán al triunfo. No lo dudemos, compañeros.