El domingo 11 de octubre de 2009 se cumplieron ocho años del fallecimiento de Don Napoleón Gómez Sada, destacadísimo dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana durante 40 años de su fecunda existencia. Con ese motivo, tal como lo hace año con año el Sindicato, se efectuó el sábado 10 en el Parque Fundidora de Monterrey, Nuevo León, de donde Don Napoleón fue oriundo y donde allí mismo reposan sus restos mortales, una ceremonia a la cual asistieron representantes de todas las Secciones y Fracciones Sindicales, en un gran acto de unidad y lucha gremiales.
Transcribimos una semblanza de Don Napoleón Gómez Sada que publicó la Carta Minera del propio Sindicato en su homenaje.
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Don Napoleón Gómez Sada
El hombre que no vive para servir no
sirve para vivir. Napoleón Gómez Sada
El hombre recio del norte con que el Destino y el Supremo Hacedor del Universo privilegió a los trabajadores mineros de este país, ese fue Don Napoleón Gómez Sada. Un hombre cabal, conocedor de las necesidades, de las miserias, de la rudeza del trabajo que desempeñan, de las injusticias de que eran objeto tanto por los propios compañeros como por las empresas para las que trabajaban. También conoció de sus sueños, de sus ilusiones, que en gran parte él hizo realidad para satisfacción y beneficio de los hermanos de clase. Originario del estado de Nuevo León (1914, fallecido en 2001 en México, DF), trabajador desde los 16 años en la empresa Peñoles, siempre se distinguió por comprender los problemas laborales de sus compañeros.
Fue delegado del Comité Ejecutivo General por los Estados del norte, principalmente Nuevo León y Coahuila, interviniendo en todos los problemas sindicales que en su tiempo había. Él nos platicaba que las relaciones en Coahuila, entre Secciones y Comité Ejecutivo General no eran buenas en la década de los 50, ya que existían dos dirigencias en cada Sección, una afín al Comité Ejecutivo General y otra disidente. En su tiempo le tocó como delegado intervenir para solucionar diferentes problemas de uno y de otro lado.
A Don Napoleón le tocó vivir de muchas formas las verdaderas luchas intestinas de nuestro Sindicato y las Secciones. Una de las más poderosas de entonces era la Sección 14 de Nueva Rosita, Coahuila, con casi 9 mil agremiados, y era este Estado el que siempre tenia supremacía, y la hacía valer en las Convenciones sobre las demás Secciones. Pero en sí todas eran grandes, con más de 800 trabajadores las más pequeñas. En todo ese tiempo él supo aprovechar su esfuerzo para conocer a todos los Delegados ante todas las Secciones, así como a las mismas Secciones, y conoció de sus problemas, valoró los liderazgos locales y generales y, como él decía, supo qué es lo que le hacía falta al Sindicato.
Trabajador honesto, dinámico y comprometido para limar las grandes diferencias, eliminar los cotos de poder, fomentar la honradez y el servicio desinteresado, puso toda su capacidad al servicio de los compañeros, porque como él decía: “Los conocía ampliamente, yo he sentido en carne propia la pobreza, los problemas, las limitaciones de los compañeros en las duras y extenuantes jornadas de trabajo” y agregaba: “Entonces sí se trabajaba con muchos riesgos, esfuerzos y sacrificios, no como ahora que algunos nomás se hacen…”
Sufrió un grave accidente en Peñoles. Se derramó un contenedor con metal líquido, a altísima temperatura, quemando a tres trabajadores, uno de los cuales era él. Los otros dos compañeros fallecieron a consecuencia de las quemaduras. A él, el accidente le lesionó la pierna derecha, con quemaduras de tercer grado, las que lo mantuvieron en el hospital Muguerza de Monterrey, por espacio de cuatro meses internado en cama, hasta que se recuperó. En los últimos años en ocasiones manifestaba que tenía problemas en su pierna por la secuela de ese accidente. Por eventos como este podrá decirse que este gran hombre conoció muy de cerca las penas de sus compañeros y hermanos de clase.
Delegado a la XI Convención General Ordinaria de mayo de 1960 por la Sección 64, de la Minera Peñoles, ubicada en Monterrey, Nuevo León, fue propuesto como candidato a Secretario General por las Secciones 14, 67, 20, 123, 9, 62, 97, 11, 30, 167, 5, 2, y 162 y resultó electo por primera vez Secretario General del Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, por 54,539 votos en la 19 Asamblea de la mencionada XI Convención General Ordinaria efectuada el 28 de mayo de 1960, para el periodo de 1960 a 1966.
Dirigiéndose a los delegados convencionistas, estas fueron sus palabras: “Como desde el primer día que iniciamos los trabajos, todos nos hemos dedicado a la tarea de conocer los problemas de nuestra organización y buscarles solución a estos igual que a los problemas particulares de nuestras Secciones. Dentro de nuestra escasa capacidad, hemos trabajado con unidad y en estas condiciones hoy llegamos al final de nuestros trabajos. La tarea hecha por los funcionaros que hoy termina quizá será difícil de superar, pero los que hemos sido electos hoy sabemos y estamos ciertos de lo difícil de la encomienda. No obstante, aunque no tenemos toda la capacidad que quisiéramos, sí tenemos la mejor y más buena voluntad y pondremos todo nuestro esfuerzo para servir de la mejor manera y con honestidad a nuestros compañeros, poniéndonos a trabajar con los funcionarios que quedan y contando con el respaldo y apoyo de todos los compañeros miembros de nuestro Sindicato, pero siempre con la unidad de todos nosotros los que integramos el Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana”.
De esta manera empezó la brillante administración del gran sindicalista que fue Don Napoleón Gómez Sada, no haciendo promesas sino manifestando de forma humilde pero sincera su deber de cumplir con capacidad, trabajo y unidad su nueva responsabilidad como Líder del Sindicato.
Rinde su primer informe de labores durante la XII Convención General Ordinaria celebrada en el mes de mayo de 1962. Parte de su discurso a los Delegados de esa Convención, ya como máximo dirigente de la Organización,
fue lo siguiente: “Cuando tres siglos de humillación se agolparon en la alhóndiga de la soberbia, cuando trescientos años de explotación se desbordaron frente al castillo del absolutismo, de las minas salió el fuego de la justicia revolucionaria para incinerar el pórtico de la servidumbre y sobre las espaldas fuertes de un minero fue colocada la cantera de la Independencia”.
“Cuando al despertar el siglo XX, bajo el programa del Partido Liberal Mexicano, los mineros de Sonora escribieron con letras de cobre: QUEDA EL PUEBLO OBRERO DECLARADO EN HUELGA, en los campos del latifundismo se inicia la marcha del movimiento obrero y en el cimiento de la dictadura tronaron los barrenos de la revolución”.
También dijo: “Bienvenidos al recinto augusto de la responsabilidad profesional, a la tribuna limpia de la clase trabajadora, al foro más alto de la libertad proletaria. Quienes por decisión de los trabajadores de las minas y fundiciones hoy se constituyen en tribunal de la conciencia obrera, tengan presente el patrimonio de honor sindical de que somos depositarios y no perdamos de vista que marchamos de frente en persecución de la justicia social”.
Como prueba de la unidad y el compromiso que proyectó en los miembros de su Comité Ejecutivo y Consejo General de Vigilancia, manifestó “que le complacía informar satisfactoriamente, de la colaboración sin reserva de todos los miembros del Comité y del Consejo, lo cual revestía particular importancia en virtud de haber asumido la Secretaria General el primero de junio de 1960, circunstancia que podía haber ocasionado desajuste en la coordinación de la conducta de cada uno de los funcionarios, o motivaciones propias de la conducta de las personas, que bien pudieran haber dificultado el entendimiento, pero no fue así; todos hemos trabajado en unidad con el afán de servir siempre y cada vez mejor a nuestros compañeros”. Así se expresó con relación a la política y estrategia sindical de nuestro Sindicato Minero.
En cuanto a la relación con otras organizaciones obreras nacionales e internacionales, expuso: “Hemos continuado relacionados fraternamente con todas las organizaciones internacionales de trabajadores cuya doctrina y lineamientos concuerdan con los principios básicos de nuestra militancia obrera. Sin embargo, en ningún caso hemos entregado total o parcialmente nuestra libertad de decisión sobre nuestros asuntos internos y de enfocar los problemas generales con nuestro particular punto de vista. Las relaciones han sido cordiales, sin que en manera alguna hayamos comprometido nuestra independencia”.
Las que siguen fueron las palabras dichas por Don Napoleón Gómez Sada en su primer informe, sobre los asuntos internacionales, debido a la decisión del C. Filiberto Ruvalcaba de renunciar a la presidencia de la Federación Interamericana de Trabajadores Mineros, por las constantes discusiones y desacuerdos con el Delegado de la Unión Internacional de Mineros de América y de los Estados Unidos:
“Cuenten conmigo siempre, porque soy trabajador, soy terco y soy sindicalista de hueso colorado... Los trabajadores mineros de México no estamos dispuestos, ni lo estaremos, a ser manejados por ninguna organización, gobierno o persona ajena, ni que se pisotee nuestra trayectoria y nuestros antecedentes de lucha, que están a salvo de cualquier duda...”.
Hoy esta política se ve reforzada ampliamente por la política que aplica el actual Comité Ejecutivo Nacional, de implementar Alianzas Estratégicas con Organismos Sindicales Internacionales por la defensa de la autonomía y la libertad sindicales (Nota del editor)
De las anécdotas y enseñanzas que Don Napoleón Gómez Sada nos manifestaba, con el fin de hacernos entender la responsabilidad y el compromiso que se tiene como representantes de los trabajadores al frente de una organización sindical como la nuestra, afirmaba cosas como las siguientes:
A los que de alguna manera tenían la responsabilidad de autorizar algún gasto siempre les decía: “Hay que cuidar todo porque aquel que no sabe cuidar lo que se come o lo que le dan de comer, no sirve, vale para pura……..”
En una ocasión en un pleno él le preguntó a un funcionario: “Qué dicen en tu Sección”. El funcionario le contestó: “Nada señor, son unos burros”. Don Napoleón, enojado, le dijo: “Estás p… o qué te pasa …. de ahí, de esos burros vienes tú y por ellos estás aquí”.
Don Napoleón siempre les decía a todas las comisiones que venían: “compañeritos, no porque me vean así con todas estas ‘garritas’, pues tengo que andar con corbata y traje, porque tengo que ver y estar en distintas dependencias del gobierno, no crean que por eso me he alejado de Ustedes, sino al contrario”.
Nunca dejaba a nadie que pidiera audiencia sin recibirlo. A todos atendía. Las comisiones o los trabajadores que venían a la ciudad de México, aun de vacaciones, se daban el tiempo para venir a saludarlo y era una satisfacción, se les notaba el gusto de que él les diera la oportunidad de saludarlo y de platicar con él, y desde luego, de paso aprovechaban para pedirle algo y el accedía a tratarlo o lo concedía si estaba disponible lo que pedían.
Aunque en ocasiones también les diera una buena regañada porque la merecían. Aun así, salían contentos, pero cuando tenía tiempo platicaba por largo tiempo con ellos aunque no fuera de trabajo o de problemas sindicales, sino que les platicaba sus experiencias, que mucho enseñaban. O también les hacia bromas y siempre les decía que lo más importante en una negociación era saber hasta dónde: “Hay que estirar el lazo, pero que no se reviente, compañeritos”; o cuando se le preguntaba: “Señor, qué hacemos o cuánto pedimos” y contestaba: “Mídanle el agua a los camotes, compañeros. No se quieran llevar la empresa para su casa”. Y agregaba: “Así me pasaba cuando venia a mis primeras revisiones, quería llevarme todo, pero muchas veces es mejor que te corten un dedo a perder toda la mano”.
Fue un hombre muy nacionalista. Desde su primer mandato siempre tuvo el reconocimiento del gobierno, de las organizaciones sindicales de México y fue respetado y reconocido su trabajo en el sector minero metalúrgico, porque no solo defendió a los trabajadores miembros de su Sindicato, sino que se preocupó siempre por defender a nivel mundial el precio de los metales. Con esa encomienda asistió a muchos congresos internacionales en diferentes partes del mundo, como Ginebra, Londres, París, Tokio, Madrid, Viena, Chicago, Nueva York. Visitó estas ciudades en muchas ocasiones, defendiendo siempre los metales de su querida nación, así como el precio del acero. Y decía: “Al defender la industria minera, metalúrgica y siderúrgica no estoy defendiendo a las empresas, estoy defendiendo a mis compañeros trabajadores y a su fuente de trabajo y al país, para que no sea víctima del saqueo indiscriminado de los capitales internacionales”.
Fue objeto de varios reconocimientos por los grupos empresariales del sector minero, fue homenajeado por muchos gobernadores de los Estados mineros, por llevar y proteger las fuentes de trabajo en sus estados, lo que les dio a muchos de estos y les sigue dando progreso y prosperidad hasta la fecha.
Desde el presidente Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, su gran amigo, así como Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo, Don Napoleón tuvo con todos ellos una magnifica relación de trabajo y política. Hasta cuando ganó Vicente Fox por el PAN, Don Napoleón nos ordenó publicar un desplegado felicitando a Fox por el triunfo, porque, dijo, “el sindicato siempre ha sido institucional, y queramos o no ahora él es el presidente de México”.
Hay una anécdota documentada en un libro de José Agustín en donde este escritor dice que era tanta la importancia que tenía el Sindicato Nacional de Mineros, que el presidente les consultaba o les comentaba a los líderes sindicales como Napoleón Gómez Sada y como Fidel Velázquez, sobre quién sería el designado por el Partido para candidato a la Presidencia de México. Don Napoleón también así lo manifestó: “En una ocasión me mandó llamar el Presidente en turno, Gustavo Díaz Ordaz, y me dijo: A ver Napoleón, tengo dos nombres para candidato a Presidente por el Partido; quiero que me digas quien reúne los requisitos según tú y es tu candidato”. A lo que Don Napoleón mencionó uno, y el Presidente dijo: “Es una buena elección, es un buen hombre, pero es el otro que está apuntado”. Don Napoleón le contestó: “Las decisiones de usted no se discuten, pero con el respeto, para mí el mejor hombre es el que mencioné, y esto no quiere decir que no apoyaré al candidato que usted designe; claro que lo haré con todos mis compañeritos”.
También nos platicó que en otra ocasión era tiempo de designar candidato del Partido para Gobernador de Nuevo León, y el presidente Luis Echeverría lo mandó a traer y le dijo: “Mire, Don Napoleón, en esa lista quedan sólo dos nombres, quiero que borre uno de ellos y el que quede ese será el gobernador del Estado de Nuevo León”. De los dos nombres que estaban, uno era el de él, Don Napoleón Gómez Sada, y el otro era el de Eduardo Elizondo. Don Napoleón, con la honestidad que lo caracterizó toda su vida y sin ninguna clase de interés borró su nombre, declinando, como lo hacen los grandes hombres, la oportunidad de ser gobernador, “para continuar sirviendo a mis compañeros trabajadores y sus familias”. Dijo: “Así lo hice y no me arrepiento”.
Don Napoleón, como ya sabemos, fue Senador Propietario en dos ocasiones por el Estado de Nuevo León 1964-1970 y 1976-1982, y Diputado Federal entre 1988 y 1991. En una de sus intervenciones en estos recintos dijo que él sí sabia por qué y por quién estaba ahí ocupando un lugar en el Congreso: por la voluntad de los trabajadores mineros, metalúrgicos y de todos los trabajadores; y también sé a qué vine: a trabajar a favor de todos ellos”, y efectivamente, no se cansó de trabajar así, y tanto en el Senado como en la Diputación siempre se dejó oír fuerte y con respeto la voz de los trabajadores.
De la misma manera, siempre representó con toda la dignidad de su persona y conducta a los trabajadores porque decía: “Cómo puede ser posible que estando en la máxima Tribuna de la Nación, nosotros los que la integramos vengamos en fachas, mal vestidos, mal rasurados y peinados, qué mala impresión causamos”, y en cierta forma metió disciplina a todos los indolentes. Alguna vez se hizo un concurso para designar al mejor vestido y al que mejor presentación tenía. Don Napoleón siempre fue el primer lugar.
Dentro de su trabajo en el Senado y la Diputación propuso y se tomaron acuerdos que beneficiaron a todos los trabajadores. Entre algunos destaca que se elevara el monto de las pensiones. Hubo otro, que fue de los más importantes para nosotros, los trabajadores, el cual defendió en contra de los mismos compañeros senadores del Partido, porque estando a punto de aprobarlo ellos, él lo desaprobó y lo echó para atrás. Era que en su ausencia habían tomado el acuerdo, como dicen vía “fast track”, de gravar todas las prestaciones sociales de los trabajadores y él, como un verdadero trabajador, les dijo: “Se van mucho a... esto no pasa, Señor Presidente de la Cámara, y no pasa, y ahorita me reúno con la oposición y en el pleno se los tiro a la fregada. ¿Están locos o qué les pasa?” Y el Presidente le dijo: “No, no, Don Napoleón, ahora hago los arreglos para que no pase a la sesión y se dé por no aprobado”, y así quedó concluido este punto. Por esto muchas generaciones de trabajadores le decimos a Don Napoleón, allá donde está: gracias Don Napoleón.
Esta batalla se repitió en 2005, cuando Vicente Fox Quesada quiso gravar las prestaciones laborales de los trabajadores, así como los alimentos y las medicinas. Nuestro Dirigente Nacional, Napoleón Gómez Urrutia, junto con otros líderes, se opuso a esta pretensión anti obrera y anti popular, y así abortó dicha reforma anti obrera del foxismo (Nota del editor).
Estas historias muchos trabajadores mineros jóvenes o nuevos no las conocen, mucho menos los trabajadores que no son mineros y los líderes sindicales, que si bien las saben no las dicen por envidia, porque ellos no tuvieron la valentía ni la visión de actuar así, o simplemente porque, como en otras veces, se hicieron los que no se dieron cuenta.
Transcribimos una semblanza de Don Napoleón Gómez Sada que publicó la Carta Minera del propio Sindicato en su homenaje.
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Don Napoleón Gómez Sada
El hombre que no vive para servir no
sirve para vivir. Napoleón Gómez Sada
El hombre recio del norte con que el Destino y el Supremo Hacedor del Universo privilegió a los trabajadores mineros de este país, ese fue Don Napoleón Gómez Sada. Un hombre cabal, conocedor de las necesidades, de las miserias, de la rudeza del trabajo que desempeñan, de las injusticias de que eran objeto tanto por los propios compañeros como por las empresas para las que trabajaban. También conoció de sus sueños, de sus ilusiones, que en gran parte él hizo realidad para satisfacción y beneficio de los hermanos de clase. Originario del estado de Nuevo León (1914, fallecido en 2001 en México, DF), trabajador desde los 16 años en la empresa Peñoles, siempre se distinguió por comprender los problemas laborales de sus compañeros.
Fue delegado del Comité Ejecutivo General por los Estados del norte, principalmente Nuevo León y Coahuila, interviniendo en todos los problemas sindicales que en su tiempo había. Él nos platicaba que las relaciones en Coahuila, entre Secciones y Comité Ejecutivo General no eran buenas en la década de los 50, ya que existían dos dirigencias en cada Sección, una afín al Comité Ejecutivo General y otra disidente. En su tiempo le tocó como delegado intervenir para solucionar diferentes problemas de uno y de otro lado.
A Don Napoleón le tocó vivir de muchas formas las verdaderas luchas intestinas de nuestro Sindicato y las Secciones. Una de las más poderosas de entonces era la Sección 14 de Nueva Rosita, Coahuila, con casi 9 mil agremiados, y era este Estado el que siempre tenia supremacía, y la hacía valer en las Convenciones sobre las demás Secciones. Pero en sí todas eran grandes, con más de 800 trabajadores las más pequeñas. En todo ese tiempo él supo aprovechar su esfuerzo para conocer a todos los Delegados ante todas las Secciones, así como a las mismas Secciones, y conoció de sus problemas, valoró los liderazgos locales y generales y, como él decía, supo qué es lo que le hacía falta al Sindicato.
Trabajador honesto, dinámico y comprometido para limar las grandes diferencias, eliminar los cotos de poder, fomentar la honradez y el servicio desinteresado, puso toda su capacidad al servicio de los compañeros, porque como él decía: “Los conocía ampliamente, yo he sentido en carne propia la pobreza, los problemas, las limitaciones de los compañeros en las duras y extenuantes jornadas de trabajo” y agregaba: “Entonces sí se trabajaba con muchos riesgos, esfuerzos y sacrificios, no como ahora que algunos nomás se hacen…”
Sufrió un grave accidente en Peñoles. Se derramó un contenedor con metal líquido, a altísima temperatura, quemando a tres trabajadores, uno de los cuales era él. Los otros dos compañeros fallecieron a consecuencia de las quemaduras. A él, el accidente le lesionó la pierna derecha, con quemaduras de tercer grado, las que lo mantuvieron en el hospital Muguerza de Monterrey, por espacio de cuatro meses internado en cama, hasta que se recuperó. En los últimos años en ocasiones manifestaba que tenía problemas en su pierna por la secuela de ese accidente. Por eventos como este podrá decirse que este gran hombre conoció muy de cerca las penas de sus compañeros y hermanos de clase.
Delegado a la XI Convención General Ordinaria de mayo de 1960 por la Sección 64, de la Minera Peñoles, ubicada en Monterrey, Nuevo León, fue propuesto como candidato a Secretario General por las Secciones 14, 67, 20, 123, 9, 62, 97, 11, 30, 167, 5, 2, y 162 y resultó electo por primera vez Secretario General del Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, por 54,539 votos en la 19 Asamblea de la mencionada XI Convención General Ordinaria efectuada el 28 de mayo de 1960, para el periodo de 1960 a 1966.
Dirigiéndose a los delegados convencionistas, estas fueron sus palabras: “Como desde el primer día que iniciamos los trabajos, todos nos hemos dedicado a la tarea de conocer los problemas de nuestra organización y buscarles solución a estos igual que a los problemas particulares de nuestras Secciones. Dentro de nuestra escasa capacidad, hemos trabajado con unidad y en estas condiciones hoy llegamos al final de nuestros trabajos. La tarea hecha por los funcionaros que hoy termina quizá será difícil de superar, pero los que hemos sido electos hoy sabemos y estamos ciertos de lo difícil de la encomienda. No obstante, aunque no tenemos toda la capacidad que quisiéramos, sí tenemos la mejor y más buena voluntad y pondremos todo nuestro esfuerzo para servir de la mejor manera y con honestidad a nuestros compañeros, poniéndonos a trabajar con los funcionarios que quedan y contando con el respaldo y apoyo de todos los compañeros miembros de nuestro Sindicato, pero siempre con la unidad de todos nosotros los que integramos el Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana”.
De esta manera empezó la brillante administración del gran sindicalista que fue Don Napoleón Gómez Sada, no haciendo promesas sino manifestando de forma humilde pero sincera su deber de cumplir con capacidad, trabajo y unidad su nueva responsabilidad como Líder del Sindicato.
Rinde su primer informe de labores durante la XII Convención General Ordinaria celebrada en el mes de mayo de 1962. Parte de su discurso a los Delegados de esa Convención, ya como máximo dirigente de la Organización,
fue lo siguiente: “Cuando tres siglos de humillación se agolparon en la alhóndiga de la soberbia, cuando trescientos años de explotación se desbordaron frente al castillo del absolutismo, de las minas salió el fuego de la justicia revolucionaria para incinerar el pórtico de la servidumbre y sobre las espaldas fuertes de un minero fue colocada la cantera de la Independencia”.
“Cuando al despertar el siglo XX, bajo el programa del Partido Liberal Mexicano, los mineros de Sonora escribieron con letras de cobre: QUEDA EL PUEBLO OBRERO DECLARADO EN HUELGA, en los campos del latifundismo se inicia la marcha del movimiento obrero y en el cimiento de la dictadura tronaron los barrenos de la revolución”.
También dijo: “Bienvenidos al recinto augusto de la responsabilidad profesional, a la tribuna limpia de la clase trabajadora, al foro más alto de la libertad proletaria. Quienes por decisión de los trabajadores de las minas y fundiciones hoy se constituyen en tribunal de la conciencia obrera, tengan presente el patrimonio de honor sindical de que somos depositarios y no perdamos de vista que marchamos de frente en persecución de la justicia social”.
Como prueba de la unidad y el compromiso que proyectó en los miembros de su Comité Ejecutivo y Consejo General de Vigilancia, manifestó “que le complacía informar satisfactoriamente, de la colaboración sin reserva de todos los miembros del Comité y del Consejo, lo cual revestía particular importancia en virtud de haber asumido la Secretaria General el primero de junio de 1960, circunstancia que podía haber ocasionado desajuste en la coordinación de la conducta de cada uno de los funcionarios, o motivaciones propias de la conducta de las personas, que bien pudieran haber dificultado el entendimiento, pero no fue así; todos hemos trabajado en unidad con el afán de servir siempre y cada vez mejor a nuestros compañeros”. Así se expresó con relación a la política y estrategia sindical de nuestro Sindicato Minero.
En cuanto a la relación con otras organizaciones obreras nacionales e internacionales, expuso: “Hemos continuado relacionados fraternamente con todas las organizaciones internacionales de trabajadores cuya doctrina y lineamientos concuerdan con los principios básicos de nuestra militancia obrera. Sin embargo, en ningún caso hemos entregado total o parcialmente nuestra libertad de decisión sobre nuestros asuntos internos y de enfocar los problemas generales con nuestro particular punto de vista. Las relaciones han sido cordiales, sin que en manera alguna hayamos comprometido nuestra independencia”.
Las que siguen fueron las palabras dichas por Don Napoleón Gómez Sada en su primer informe, sobre los asuntos internacionales, debido a la decisión del C. Filiberto Ruvalcaba de renunciar a la presidencia de la Federación Interamericana de Trabajadores Mineros, por las constantes discusiones y desacuerdos con el Delegado de la Unión Internacional de Mineros de América y de los Estados Unidos:
“Cuenten conmigo siempre, porque soy trabajador, soy terco y soy sindicalista de hueso colorado... Los trabajadores mineros de México no estamos dispuestos, ni lo estaremos, a ser manejados por ninguna organización, gobierno o persona ajena, ni que se pisotee nuestra trayectoria y nuestros antecedentes de lucha, que están a salvo de cualquier duda...”.
Hoy esta política se ve reforzada ampliamente por la política que aplica el actual Comité Ejecutivo Nacional, de implementar Alianzas Estratégicas con Organismos Sindicales Internacionales por la defensa de la autonomía y la libertad sindicales (Nota del editor)
De las anécdotas y enseñanzas que Don Napoleón Gómez Sada nos manifestaba, con el fin de hacernos entender la responsabilidad y el compromiso que se tiene como representantes de los trabajadores al frente de una organización sindical como la nuestra, afirmaba cosas como las siguientes:
A los que de alguna manera tenían la responsabilidad de autorizar algún gasto siempre les decía: “Hay que cuidar todo porque aquel que no sabe cuidar lo que se come o lo que le dan de comer, no sirve, vale para pura……..”
En una ocasión en un pleno él le preguntó a un funcionario: “Qué dicen en tu Sección”. El funcionario le contestó: “Nada señor, son unos burros”. Don Napoleón, enojado, le dijo: “Estás p… o qué te pasa …. de ahí, de esos burros vienes tú y por ellos estás aquí”.
Don Napoleón siempre les decía a todas las comisiones que venían: “compañeritos, no porque me vean así con todas estas ‘garritas’, pues tengo que andar con corbata y traje, porque tengo que ver y estar en distintas dependencias del gobierno, no crean que por eso me he alejado de Ustedes, sino al contrario”.
Nunca dejaba a nadie que pidiera audiencia sin recibirlo. A todos atendía. Las comisiones o los trabajadores que venían a la ciudad de México, aun de vacaciones, se daban el tiempo para venir a saludarlo y era una satisfacción, se les notaba el gusto de que él les diera la oportunidad de saludarlo y de platicar con él, y desde luego, de paso aprovechaban para pedirle algo y el accedía a tratarlo o lo concedía si estaba disponible lo que pedían.
Aunque en ocasiones también les diera una buena regañada porque la merecían. Aun así, salían contentos, pero cuando tenía tiempo platicaba por largo tiempo con ellos aunque no fuera de trabajo o de problemas sindicales, sino que les platicaba sus experiencias, que mucho enseñaban. O también les hacia bromas y siempre les decía que lo más importante en una negociación era saber hasta dónde: “Hay que estirar el lazo, pero que no se reviente, compañeritos”; o cuando se le preguntaba: “Señor, qué hacemos o cuánto pedimos” y contestaba: “Mídanle el agua a los camotes, compañeros. No se quieran llevar la empresa para su casa”. Y agregaba: “Así me pasaba cuando venia a mis primeras revisiones, quería llevarme todo, pero muchas veces es mejor que te corten un dedo a perder toda la mano”.
Fue un hombre muy nacionalista. Desde su primer mandato siempre tuvo el reconocimiento del gobierno, de las organizaciones sindicales de México y fue respetado y reconocido su trabajo en el sector minero metalúrgico, porque no solo defendió a los trabajadores miembros de su Sindicato, sino que se preocupó siempre por defender a nivel mundial el precio de los metales. Con esa encomienda asistió a muchos congresos internacionales en diferentes partes del mundo, como Ginebra, Londres, París, Tokio, Madrid, Viena, Chicago, Nueva York. Visitó estas ciudades en muchas ocasiones, defendiendo siempre los metales de su querida nación, así como el precio del acero. Y decía: “Al defender la industria minera, metalúrgica y siderúrgica no estoy defendiendo a las empresas, estoy defendiendo a mis compañeros trabajadores y a su fuente de trabajo y al país, para que no sea víctima del saqueo indiscriminado de los capitales internacionales”.
Fue objeto de varios reconocimientos por los grupos empresariales del sector minero, fue homenajeado por muchos gobernadores de los Estados mineros, por llevar y proteger las fuentes de trabajo en sus estados, lo que les dio a muchos de estos y les sigue dando progreso y prosperidad hasta la fecha.
Desde el presidente Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, su gran amigo, así como Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo, Don Napoleón tuvo con todos ellos una magnifica relación de trabajo y política. Hasta cuando ganó Vicente Fox por el PAN, Don Napoleón nos ordenó publicar un desplegado felicitando a Fox por el triunfo, porque, dijo, “el sindicato siempre ha sido institucional, y queramos o no ahora él es el presidente de México”.
Hay una anécdota documentada en un libro de José Agustín en donde este escritor dice que era tanta la importancia que tenía el Sindicato Nacional de Mineros, que el presidente les consultaba o les comentaba a los líderes sindicales como Napoleón Gómez Sada y como Fidel Velázquez, sobre quién sería el designado por el Partido para candidato a la Presidencia de México. Don Napoleón también así lo manifestó: “En una ocasión me mandó llamar el Presidente en turno, Gustavo Díaz Ordaz, y me dijo: A ver Napoleón, tengo dos nombres para candidato a Presidente por el Partido; quiero que me digas quien reúne los requisitos según tú y es tu candidato”. A lo que Don Napoleón mencionó uno, y el Presidente dijo: “Es una buena elección, es un buen hombre, pero es el otro que está apuntado”. Don Napoleón le contestó: “Las decisiones de usted no se discuten, pero con el respeto, para mí el mejor hombre es el que mencioné, y esto no quiere decir que no apoyaré al candidato que usted designe; claro que lo haré con todos mis compañeritos”.
También nos platicó que en otra ocasión era tiempo de designar candidato del Partido para Gobernador de Nuevo León, y el presidente Luis Echeverría lo mandó a traer y le dijo: “Mire, Don Napoleón, en esa lista quedan sólo dos nombres, quiero que borre uno de ellos y el que quede ese será el gobernador del Estado de Nuevo León”. De los dos nombres que estaban, uno era el de él, Don Napoleón Gómez Sada, y el otro era el de Eduardo Elizondo. Don Napoleón, con la honestidad que lo caracterizó toda su vida y sin ninguna clase de interés borró su nombre, declinando, como lo hacen los grandes hombres, la oportunidad de ser gobernador, “para continuar sirviendo a mis compañeros trabajadores y sus familias”. Dijo: “Así lo hice y no me arrepiento”.
Don Napoleón, como ya sabemos, fue Senador Propietario en dos ocasiones por el Estado de Nuevo León 1964-1970 y 1976-1982, y Diputado Federal entre 1988 y 1991. En una de sus intervenciones en estos recintos dijo que él sí sabia por qué y por quién estaba ahí ocupando un lugar en el Congreso: por la voluntad de los trabajadores mineros, metalúrgicos y de todos los trabajadores; y también sé a qué vine: a trabajar a favor de todos ellos”, y efectivamente, no se cansó de trabajar así, y tanto en el Senado como en la Diputación siempre se dejó oír fuerte y con respeto la voz de los trabajadores.
De la misma manera, siempre representó con toda la dignidad de su persona y conducta a los trabajadores porque decía: “Cómo puede ser posible que estando en la máxima Tribuna de la Nación, nosotros los que la integramos vengamos en fachas, mal vestidos, mal rasurados y peinados, qué mala impresión causamos”, y en cierta forma metió disciplina a todos los indolentes. Alguna vez se hizo un concurso para designar al mejor vestido y al que mejor presentación tenía. Don Napoleón siempre fue el primer lugar.
Dentro de su trabajo en el Senado y la Diputación propuso y se tomaron acuerdos que beneficiaron a todos los trabajadores. Entre algunos destaca que se elevara el monto de las pensiones. Hubo otro, que fue de los más importantes para nosotros, los trabajadores, el cual defendió en contra de los mismos compañeros senadores del Partido, porque estando a punto de aprobarlo ellos, él lo desaprobó y lo echó para atrás. Era que en su ausencia habían tomado el acuerdo, como dicen vía “fast track”, de gravar todas las prestaciones sociales de los trabajadores y él, como un verdadero trabajador, les dijo: “Se van mucho a... esto no pasa, Señor Presidente de la Cámara, y no pasa, y ahorita me reúno con la oposición y en el pleno se los tiro a la fregada. ¿Están locos o qué les pasa?” Y el Presidente le dijo: “No, no, Don Napoleón, ahora hago los arreglos para que no pase a la sesión y se dé por no aprobado”, y así quedó concluido este punto. Por esto muchas generaciones de trabajadores le decimos a Don Napoleón, allá donde está: gracias Don Napoleón.
Esta batalla se repitió en 2005, cuando Vicente Fox Quesada quiso gravar las prestaciones laborales de los trabajadores, así como los alimentos y las medicinas. Nuestro Dirigente Nacional, Napoleón Gómez Urrutia, junto con otros líderes, se opuso a esta pretensión anti obrera y anti popular, y así abortó dicha reforma anti obrera del foxismo (Nota del editor).
Estas historias muchos trabajadores mineros jóvenes o nuevos no las conocen, mucho menos los trabajadores que no son mineros y los líderes sindicales, que si bien las saben no las dicen por envidia, porque ellos no tuvieron la valentía ni la visión de actuar así, o simplemente porque, como en otras veces, se hicieron los que no se dieron cuenta.