UN NUEVO SINDICALISMO PARA EL
SIGLO 21
Napoleón Gómez Urrutia
Articulo publicado en “La Jornada” hoy
jueves 11 de Octubre 2012
Ante las deudas sociales pendientes que
México confronta, es necesario que la población y los gobernantes reflexionen
con madurez y seriedad sobre ellas, ya que constituyen problemas que de no
abordarse con ánimo profundo, sereno y constructivo nos pueden llevar a
indeseables situaciones de crisis aún más profundas que las que ya estamos
viviendo. Uno de estos asuntos cruciales es el sindicalismo de nuestro tiempo,
que abarca y afecta las relaciones de trabajo de todos los mexicanos, sean o no
agremiados a organizaciones de trabajadores, y que repercute directamente en
las posibilidades de un verdadero desarrollo económico y social con beneficio
para las amplias mayorías. En más ocasiones de las que son deseables, el tema
se aborda sin conocimiento real de su naturaleza y de su profunda
importancia.
Los que hemos tenido la experiencia de
trabajar en el mundo de la vida sindical, tenemos la conciencia clara de que el
sindicalismo es, primero que nada, una absoluta necesidad, sin la cual ningún
país puede marchar en paz y con tranquilidad laboral hacia adelante. Los
regímenes conservadores o reaccionarios que en México y el mundo han pretendido
desaparecer a los sindicatos, han fracasado a lo largo de la historia. Igual
les ha ocurrido y les seguirá sucediendo a los gobiernos que han pretendido
restringir o eliminar la libertad sindical, fracturando, persiguiendo o
asesinando a sus líderes, intentando someterlos a intereses que no son propios
de los trabajadores. Probablemente lo seguirán pretendiendo, no sin antes
provocar profundas heridas a los trabajadores y a sus familias.
El aprendizaje de estos últimos años ha
demostrado que los sindicalistas formamos parte de un proceso que
constantemente cambia y se transforma, desafortunadamente no siempre para bien.
Durante este proceso continuo de adaptación al cambio debemos estar conscientes
de consolidar los avances y los logros que se han obtenido a lo largo de la
lucha sindical y prepararnos para enfrentar con dignidad, fuerza y eficiencia
los retos que se presentarán. En estas condiciones, es inadmisible que de un solo
golpe se intente cancelar toda la experiencia sindical acumulada en la lucha
constante por mejorar las condiciones de bienestar de los trabajadores y sus
comunidades. Los sindicatos viven y seguirán existiendo, a pesar de las
concepciones erróneas de quienes fueron o hayan sido malformados
dogmáticamente. Desde el surgimiento del trabajo asalariado en el mundo
moderno, existen organizaciones que a través de la unidad y la solidaridad
defienden y protegen los intereses y los derechos de sus miembros.
Así como existen naciones que han
experimentado una reforma laboral que como resultado sólo ha incrementado la
desigualdad y agravado los problemas sociales como el caso de Grecia, España,
Italia e Irlanda, así también existen naciones que sin haber adoptado cambios
profundos en su legislación laboral, han logrado una mayor eficiencia en la
aplicación de una política económica que promueve el desarrollo y la apertura
de mayores oportunidades de obtener empleos dignos y bien remunerados que
generan una mejor calidad de vida, y que los ha convertido en naciones
flexibles, productivas y eficientes con los niveles más bajos de corrupción y
desigualdad en el mundo, derivado del más alto grado de sindicalización --por
encima del 85% de la fuerza de trabajo-- como es la situación de las países
escandinavos: Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca.
No comparto la idea de que los mexicanos
somos conformistas, como lo prueban las innumerables experiencias de lucha y
resistencia contra la injusticia y la explotación despiadada del trabajo.
Cuanto más dura y violenta ha sido la represión contra la clase
trabajadora, la respuesta popular ha sido más enérgica. Ejemplos en nuestro
país existen desde el siglo 19 como son las uniones mutualistas y gremiales
que posteriormente se convirtieron en sindicatos en el siglo 20, los
cuales libraron duras luchas por su permanencia y existencia, afrontando
represiones como las del régimen dictatorial de Porfirio Díaz, que llevó a las
masacres de Cananea, Sonora, y de Río Blanco, Veracruz, en 1906 y 1907.
Un siglo entero de evolución y
transformación sindical hemos tenido a partir de la Constitución de 1917 y de
los regímenes de ella surgidos. No cabe duda que la experiencia histórica nos
proporciona suficientes elementos de juicio para visualizar nuevos rumbos en el
sindicalismo. Si los sindicatos, por su debilidad inicial, tuvieron que
trabajar en estricta alianza con los gobiernos surgidos de la Revolución de
1917, ya es el tiempo de que revisemos esta alianza. Hoy las alianzas y la
solidaridad sindical internacional nos permiten distinguir claramente entre lo
que son gobiernos progresistas y los que están más al servicio de la clase
patronal, en un modelo global de explotación de la mano de obra y los
recursos naturales. Esto es lo que en México ha ocurrido desde 1982 hasta
nuestros días, donde las añejas fuerzas del privilegio social se han coaligado
para imponer nuevamente la ambición y sus intereses egoístas por encima de la
sociedad.
En México es necesario un Nuevo
Sindicalismo que responda a los cambios constantes y a las necesidades de los
trabajadores y las organizaciones en el siglo 21. Únicamente fortaleciendo lo
positivo y bajo un proceso de mejoramiento continuo México podrá progresar
hacia una sociedad basada en la justicia y la igualdad. Pero esto no se
ha de lograr permitiendo que se pisoteen las conquistas que los sindicalistas y
sus agrupaciones han alcanzado en un siglo entero de existencia y lucha, tales
como los derechos fundamentales de los trabajadores, que desde el 1º de junio
de 2010 son considerados como derechos humanos, tales como, el de libertad de
asociación, de autonomía, de contratación colectiva y el de huelga, que los
actuales enemigos de la clase trabajadora pretenden destruir.
El Senado de la República tiene en
estos días frente a sí la grave responsabilidad de actuar en esa línea, o
simplemente someterse a los dictados de la clase patronal y del Partido Acción
Nacional. Los Senadores están obligados desde el punto de vista ético y legal,
a evitar dar pasos atrás en la historia de la evolución, y darlos hacia una
nación con más justicia y dignidad. Esta es una oportunidad histórica de
corregir las tendencias y las posturas conservadoras que pretenden conducir al
esclavismo de nuevo cuño que con el proyecto inicial de reforma laboral se
busca formalizar.